La piedad proviene de reconocer, aceptar y tener en cuenta aquella parte de tu mente que da pie al Amor, aquella parte de tu mente que recuerda al Amor y que no lo sigue negando en ningún caso, por muy entremeliado que se presente, ni en ninguna situación, por muy conflictiva que parezca ser o en que parezca presentarse.
Pie-Dad <> Dad-pie
Es tan simple como esto y no va en la dependencia de un otro, sino en la profundidad de Ti Mismo. En lo auténtico y verdadero de Ti. Aquello que puede que esté encubierto en capas de pensamiento de incapacidad, de desmericimiento o de este miedo a amar y a ser amado, que tanto nos incumbe.
La piedad no se puede apreciar en cuando uno anda paralizado por el miedo, pues en este caso uno se cree que el amor no avanza, que no lo alcanza.
Pero una cosa está clara y es que que el Amor no se para ni detiene delante de cualquier obstáculo que tú o yo nos podamos llegar a imaginar, por mucho que nos emperremos en creer lo contrario.
El Amor circula en toda dirección y sentido, porque no ha dejado de Ser ni de estar en ninguna parte y en ningún momento.
Reconocer esto último es apiadarse de uno mismo y es en este recibimiento que uno puede darse y lanzarse a compartirlo con su todo su entorno o con el mundo entero.
¡Es la Piedad aflorando clara y abiertamente!.
Comentarios
Publicar un comentario