Cuentan que la curiosidad hizo que un niño descubriese la vital importancia de ayudar a crear entornos de paz, amor, luz y consciencia tejiendo sabiamente con los colores del alma. “Abuelo, ¿puedo preguntarle por qué cada tarde lo veo sentado en este banco de la plaza sonriendo en dirección al Sol?”, preguntó tímidamente el niño mientras se mantenía a unos pasos de distancia, ya que no sabía qué tipo de respuesta obtendría. El anciano inclinó lentamente su cabeza, hizo una breve pausa, lo miró con gran ternura y con mucha paz le respondió: “Estoy tejiendo”. El niño sonrió. “¿Cómo que está tejiendo abuelo -le dijo-, si no veo que tenga lanas de colores ni tampoco grandes agujas?”. “Tejo realidades”, mencionó el anciano. “Puede que parezca que aquí sentado no hago nada -continuó-, sin embargo permaneciendo en calma hago que mi corazón cree un entorno armónico. También bendigo con mis pensamientos e intenciones a todos los que pasan por esta plaza para que tengan el mejor de sus días. A
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