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Artículo de opinión de Alberto Olmos

Metaverso de Facebook: el proyecto que acabará destrozando nuestras vidas
Una cirugía estética para las masas no copia la realidad, sino que compite con ella

Por Alberto Olmos
10/11/2021

Desde hace años, está prohibido en todos los países civilizados clonar a un simple ser humano, pero parece que nadie dijo nunca nada en contra de clonarlo absolutamente todo. La empresa anteriormente conocida como Facebook ha presentado estos días su proyecto para copiar la realidad, incluidos tú, tu perro y tu padre, en una dimensión inmaterial muy convincente y a la que van a llamar 'metaverso'. Ya han gastado 18.500 millones de dólares para que unas manos puedan mover un vestido. Queda trabajo. Hay que reconocer primeramente que este nuevo invento es fácil de entender, pues todos hemos visto películas sobre mundos paralelos y todos hemos soñado que nos tocaba el Euromillón, y en la película subsiguiente que nos montábamos de la buena vida éramos protagonistas. También debemos señalar una condición filosófica muy potente detrás de toda ocurrencia humana: que siempre da la sensación de que hay que hacerla. Hubo una vez en que los seres humanos no volaban, no hablaban entre ellos a kilómetros de distancia o no exterminaban con gas a millones de personas. Hubo que hacerlo. Basta que alguien tenga una idea, feliz, fatal, escalofriante o divertida, para que, al final, salga adelante.

Así, es difícil decirle a Zuckerberg que lo deje. Él y su equipo están enfebrecidos por crear algo que no existía y que, cuando exista, les emparentará con la divinidad. Es el vértigo de idolatría lo que lleva a que tantas cosas que podían quedarse en mera posibilidad se sustancien con consecuencias irreparables. No otra cosa fue la invención del velcro, realmente. Lo que Zuckerberg desde Meta y sus competidores desde otras compañías quieren hacer es bastante horrible. Por innecesario. Las informaciones que nos llegan hablan de una realidad paralela indistinguible de la realidad que conocemos, pero con la ventaja de que la fatalidad espacial quedaría conculcada. Uno podrá estar, estando en su casa, en cualquier parte del mundo (bis) haciendo cualquier cosa. Acudir a conciertos, mantener reuniones laborales o celebrar cumpleaños son los ejemplos que nos ponen.

¿Y celebrar orgías? No, ese ejemplo no lo ponen. ¿Matar y violar? No, no dicen. ¿Esnifar por fin cuatro millones de rayas, como cantaban Los Planetas en 'Un buen día'? No, no consta tanta coca.

Zuckerberg en su vídeo de presentación, y todo el aparato promocional del metaverso, reincide en esa infantilización pudorosísima con la que, en fin, vienen desarrollando sus espantosos delitos contra la intimidad de miles de millones de personas a través de las llamadas redes sociales en lo que llevamos de siglo. O sea, Facebook quiere hacerte creer que se ha gastado 18.500 millones de dólares para que puedas felicitar el cumpleaños a tu abuelo, que vive en un pueblo de Cuenca. ¿Cómo no amar esta descomunal inversión en cariño?

Es fascinante que Meta ponga en circulación estos ejemplos entrañables, o puramente consuetudinarios, y mucha gente ya esté pensando en cómo van a hacer lo de follar. “Es la falta de amor lo que llena de gente los bares”, cantaba La Cabra Mecánica. Y lo que llenaba de gente Facebook hasta que cambiaron de nombre. ¿Realmente alguien va a registrarse en el metaverso para reunirse con su jefe? Zuckerberg trata (con éxito, obviamente) de convencernos de que hay algo fascinante en poder reunirse con tus compañeros de trabajo sin salir de tu casa, y sentir que esa reunión es real, por el modo de moverse de tu avatar y de los avatares de tu jefe y de tus colegas, y por el olor a café que despide una cafetera de mentira sobre una mesa de mentira en una oficina soleada de mentira en, pongamos, Valencia un día de mayo aunque sea diciembre. ¿Realmente alguien va a registrarse en el metaverso para reunirse con su jefe? Lo que oculta el metaverso como versión fantasmática de la realidad es que nadie querrá entrar en él para duplicar sus problemas, sus complejos y sus sufrimientos. Querremos entrar para librarnos de ellos, naturalmente.

Así, el diseñador jefe que aparece en este vídeo se muestra muy contento de que el metaverso haya copiado con irreprochable precisión su fea cara, su cuerpo rechoncho y su sombría estampa. Es ridículo. Si el código milagroso de Meta puede copiarme como soy, prefiero que, lógicamente, me copie como quiero ser. ¿Quién va a pagar, o a molestarse en perder cinco minutos en registrarse, para ser exactamente como es? ¿Quién no quiere tener 30 años como mucho, no ser calvo, no ser gordo, no tener esa cicatriz, ese lunar, ese dedo torcido, ese pelo odioso o esa nariz desproporcionada? Metaverso será la operación de cirugía estética más impresionante de todos los tiempos, o no será nada en absoluto. “La gente acepta unas ideas presentadas de forma tecnológica que serían detestables bajo cualquier otra forma” Visto así, Metaverso creará un mundo ideal donde, en definitiva, todos seamos de raza aria, siendo 'aria' lo que esté de moda en cada momento: a veces ser negro, a veces asiático, culos grandes o pequeños, barba o bigote. “Si una Iglesia o un Gobierno estuviera haciendo esas cosas”, anticipaba hace no pocos años Jaron Lanier (pionero, de hecho, de las tecnologías de realidad virtual), “sería considerado autoritario, pero cuando la culpa es de los tecnócratas, parecemos modernos, frescos e innovadores”. Y sentenciaba: “La gente acepta unas ideas presentadas de forma tecnológica que serían detestables bajo cualquier otra forma”. El único sentido del metaverso es que la gente pueda por fin cumplir sus sueños, la mayoría de los cuales consiste, precisamente, en dejar de ser uno mismo, dejar de vivir en la casa, la ciudad o el país en que vive y en hacer todo lo que ahora no puede hacerse por imperativo legal, familiar, moral o simplemente porque para levantar un coche en brazos y arrojarlo contra el consistorio local no tiene uno fuerzas. Y, en última instancia, el metaverso irá de no morir nunca.

No será una copia de la realidad, sino una opción frente a la realidad, competencia desleal. A fin de cuentas, en la realidad el agua siempre se comporta como agua, pero, en el metaverso, ¿por qué el agua no puede cambiar de color o transformarse en cuatro millones de rayas? Encuentro también bastante lógico que la realidad quede desatendida, porque si uno es un pachá en el metaverso le importará menos morirse de hambre en su trabajo, vivir en un sótano o no tener ningún amigo, como sucede con los adictos a la heroína. El metaverso es heroína. ¿O van a copiar en el metaverso también a los mendigos, los suicidios, las violaciones y los asesinatos, el cáncer y la metadona o la suciedad en las calles? El metaverso empieza mintiendo (“seremos una copia de la realidad”), por lo que pueden dar por hecho que acabará destrozando vidas.

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