Cuando despiertas, y te das cuenta que viviste toda la vida tras un sueño, buscando ser adulto para independizarte de tus padres; buscando casarte para encontrar el amor, buscando tener hijos para cumplirle el sueño a tu mamá de ser abuela...
Esperando que tus hijos crecieran para no tener que despertarte en las noches, esperando que se fueran de casa para sentirte más libre, esperando, esperando, siempre en la eterna espera.
Y un día la vida te golpea, te das cuenta que todo lo que esperabas ya pasó, llegó el amor, llegó la soledad, llegó la carrera, y llegó cada una de las cosas que pediste y esperabas... y el vacío sigue intacto, un vacío existencial en la búsqueda de algo que ni siquiera sabemos lo que es, pero sabemos que hay algo más.
Y lo buscas, lo buscas toda tu vida, hasta que un evento, un accidente, una enfermedad, una ausencia, un suceso doloroso en tu vida te hace buscar respuestas, te hace intentar entender el propósito de tu existencia y de golpe, en un momento, despiertas.
Despiertas como si tu vida hasta ahora hubiera sido una pesadilla, un mal chiste, y comienzas a ver, como si te arrancaran de golpe una venda, y lo ves todo y duele, vaya si duele!
Y cuando la venda se cae, ya no te la puedes volver a poner, se desintegra, se deshace y allí comienza tu despertar, tu verdadero camino, el comprender para que viniste a esta vida y cual es el propósito.
Notas, como tus viejas creencias y estructuras se van a pique, te acusas de haber actuado de forma incoherente casi toda tu vida, pero no podías haber hecho otra cosa... estabas dormido.
Observas que todo lo que te hicieron creer ya no resuena, que todo lo que ves ya no te vibra y te sientes solo, solitario en un camino nuevo, en el que tu vieja identidad cae y la nueva no llega aún.
Y nadas, nadas fuera de la vieja pecera, en donde quedaron tus amores, tus creencias tus apegos y llega un nuevo camino, con otros peces, otros amores.
Comienzas a sentir un amor infinito por todo y por todos, incluso por los que en el pasado te provocaban enojo, y hoy les agradeces.
Agradeces por estar en este nuevo lugar, despierto, con las llagas abiertas, pero observando, viendo tu viejo yo, casi como un viejo amigo del pasado que te genera cariño y un poco de pena y agradecimiento, mucho agradecimiento.
Pero ya no eres ese, esa. Y los que estaban en tu vida ya no te reconocen, y es que ya no eres el que eras, no puedes serlo.
Este nuevo yo que está saliendo a la superficie, tiene otra lógica, otra mirada, ya con sus circuitos expandidos, las emociones a flor de piel, sin identificarte con ellas y allí, llega ese bendito /maldito momento en el que ves todo y a la vez ese vacío, esa eterna espera, ese darse cuenta que todo lo que buscabas ahí afuera, estaba adentro, muy adentro..
... y te encontrarás...
Y te gustas, te amas, y sabes que estás solo, en un camino de coherencia, hacia adentro y ya no esperas, ya no te vas al futuro incierto.
Te quedarás aquí y ahora, con tu nueva conexión, en esta incertidumbre de lo que aún no es y lo que ya no será nunca más, y ahí te quedas, tranquilo, sereno... ya sin esperar, sin pensar, solo siendo... aceptando y desapegándote, cada día más y más...
Ya sabes, tienes la absoluta certeza de que no controlas nada y ya, no lo sigues intentando... suelta...
Y la soledad ya no duele, porque te encontraste y nunca, nunca más volverás a estar solo...
Despierta, todos estamos despertando, y hay un solo camino, el otro te deja atrapado y yo, ahora yo me quiero salir...
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