El mejor maestro que puedes tener para tu vida no es el que te palmea la espalda, el que busca la respuesta conciliadora ante tus desaciertos y tus infortunios. Un gran maestro te dice las palabras necesarias, duras cuando así deben ser, claras para que sepas que es lo que deberías hacer.
El que se aleja cuando es lo mejor para ti porque sabe que necesitas de otros maestros, el que no se inmuta si su discípulo se enfada con sus explicaciones. Solo dice y hace lo que debe hacer para que su hermano salga del pozo en que se encuentra, comience una nueva vida, crezca y se ayude a sí mismo para sanar lo que haya que sanar en su interior, transmutar y ser feliz con esta experiencia de vida.
De no ser así, aceptará las circunstancias como parte de un plan inteligente y omnipresente que le requiere no permanecer donde el cree que debe estar, donde el apego personal le ofrece resistencia ante la voz de su espíritu.
"Ignacio Rivas"
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