Una mujer, que entraba en una tienda recién inaugurada en la plaza del mercado, para su sorpresa, descubrió que Dios se encontraba detrás del mostrador.
-¿Qué vendes aquí? -le preguntó.
-Todo lo que tu corazón desee -respondió Dios.
Sin atreverse casi a creer lo que esta oyendo, la mujer se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podría desear.
-Deseo paz de espíritu, amor, felicidad, sabiduría y ausencia de todo temor. -dijo. Y luego tras un instante de vacilación añadio: -No sólo para mí, sino también para todo el mundo.
Dios se sonrió y enunció: -Creo que no me has comprendido, querida. Aquí no vendemos frutos. Únicamente vendemos semillas.
Todos llevamos las semillas de todo aquello que deseamos poseer, tanto para nosotros como para los demás. Algunas de estas semillas están ocultas, no la hacemos crecer por desconocimiento, por miedo, debido a nuestras frustraciones, a no dar la talla, porque no nos enseñaron a regar nuestro corazón, etc. etc.
Las semilla están para que florezcan y que salgan al exterior de nuestra vida, a que los demás puedan comer del fruto que produce nuestras fortalezas, nuestros valores, nuestras capacidades... En la misma medida que toda esa semilla realice su misión, empezarás a descubrir que tienes una gran misión en tu vida, empezando por tu familia, amigos, conocidos, etc.
Comentarios
Publicar un comentario