Carta al padre de mis hijos: te estás perdiendo lo mejor en la vida
Te estás perdiendo lo mejor en la vida. Estás dejando pasar todo lo que vale la pena en los días de padre. La magia de la infancia se te escurre como arena entre los dedos. Los mejores momentos que puede experimentar y compartir un ser humano, las más memorables anécdotas, se van y nunca volverán.
Lamento el modo en que dejas pasar la frescura e inocencia que solo ellos pueden recordarnos de nuestra niñez. Siento pena cuando veo el amor y la alegría que desperdicias con cada segundo que evitas a lo más lindo que nos ha podido regalar la vida.
Comprendo el vacío que hay en tu mirada, porque aprecio sin dificultad alguna aquello que falta en tu corazón. Incapaz de cumplir con tu obligación como padre de nuestras pícaras estrellitas, dedicaste noches a la mala vida y días a reponerte. Cuando la verdad del universo estaba dentro de tu hogar. Definitivamente, te estás perdiendo todo.
Miré hacia adelante, como siempre, como me enseñó la vida a fuerza de golpes. Por y para ellos, mis pequeños angelitos. Te sonreí, deseando con la fuerza de mi corazón que todo salga bien en nuestras vidas, solo por la crianza de nuestros hijos.
Pretendí no pensar lo que realmente sucedía en cada día tras nuestra separación forzada por el dolor que provocabas, y el por el mal ejemplo que dabas. Inmaduro, estás tan verde que no puedes apreciar el tesoro que tienes en manos desde el día en que llegaron a nuestra vida.
Deberías ser todo un hombre, un caballero al que los chiquillos puedan admirar e idolatrar. Un modelo o ejemplo a seguir, una figura responsable siempre presente y disponible para ellos. Fallaste, y aun así ellos te aman con su alma entera, te piensan y te esperan en vano.
Por aquí los días pasaban cargados de un amor puro, profundo, incondicional. Teñidos de color, musicalizados por los armónicos de sus bellas y dulces voces. Entre juegos, canciones, nanas y las más desopilantes ocurrencias infantiles las horas pasaron volando, escribiendo en nuestro anecdotario locuras inolvidables.
No te culpo, siento pena. Tampoco te odio porque tan solo puedo experimentar lástima y tristeza.Desde luego, desearía que las cosas fueran diferentes porque realmente duele verte así. Sobre todo, porque en serio te estás perdiendo lo mejor en la vida. Pero yo ya te he dejado ir.
El tiempo no tiene goma de borrar, ni marcha atrás. Sigue intentando tragar de un sorbo todo el tiempo que derrochaste, mientras yo disfruto de cada segundo y de cada minuto a su lado. Acuéstate con quien quieras cada noche, que yo tengo la fortuna de dormir abrazada a mis reliquias en miniatura.
Sigue lidiando con la resaca y especializándote en el arte nocturno, que yo les enseño a mis niños a ser artistas, médicos y todo lo que quieran y sueñan. Tu podrás hacer alarde de salir con muchas personas, yo me enorgulleceré de alimentar un amor que durará toda la vida, y no una sola noche.
Continúa como acostumbras, inventando excusas mientras yo creo recuerdos. Te sorprendes de las cosas que los niños aprendieron y de su crecimiento e inteligencia. A mí, por el contrario, no me resulta para nada desconocido ni me sorprende.
Es que yo he sido la encargada de darle enseñanzas, e incluso de transmitir valores. Algo que siquiera sé si tú sabes o puedes hacer. Lamento que te sorprendan las muestras de afecto, cariño y protección entre ellos. No me despeina, sé lo dulces y compañeros que pueden ser. Mi fortaleza en tanta debilidad. Amando tal como yo amo a ellos.
Mientras vives de manera egoísta, narcisista, por ti mismo como ombligo del mundo, te estás perdiendo lo más bonito de la paternidad. Un rol que ciertamente te queda demasiado grande. Porque ser papá no es solo una función biológica, sino que se trabaja a diario con cierto gozo y satisfacción.
Fíjate si todo lo que estás buscando vale todo lo que te estás perdiendo
-Anónimo-
Pierdes aquello por lo que te rasgas las vestiduras, aquello que dices amar tanto. No sabes lo que quieren y les apasiona, no conoces sus sueños y miedos. Sus logros y fracasos, lo que los frustra y sus dificultades. También desconoces sus comidas, canciones, libros y juegos favoritos.
Tampoco cuáles son las actividades que aprendieron y que los hace brillar aún más. Seguramente también te pierdas los entrenamientos y competencias. Pero yo tendré la tranquilidad de ser aquella persona en la que se apoyen y busquen aliento. La mirada que busquen entre las tribunas para saber que todo estará bien, y sentirse seguros.
No te culpo, porque siendo un pequeño niño perdido intentaste sin éxito enseñarles a ser caballeros, personas de bien, aun sin tener principios. Te estás perdiendo la belleza de un rol que encaraste sin profundidad. No estoy enojada contigo porque entiendo que nunca tuviste la capacidad de cambiar el chip.
Es que el día que mis hijos nacieron, mi mundo cambió drásticamente. En cambio, el tuyo siguió siendo igual. Tus noches no cambiaron. Mi enojo se pasó, pero ahora solo puedo sentir mucha pena por ti. Pues te estás perdiendo todo, mientras que yo no dejo de disfrutar un solo segundo de mis amados hijitos de mi corazón.
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