Un texto de Alejandro Palomas.
HACE UNAS HORAS HA OCURRIDO ALGO QUE
lo ha cambiado todo. Ha sido una frase. Un segundo y medio nada más.
3 palabras.
Al teléfono, mi madre ha llamado para nada en concreto. Ha preguntado si he comido, si he dormido la siesta, si los perros están conmigo. “¿Hace frío? ¿Llueve? ¿Descansas?” Es mi primer día en casa después de mucho tiempo. Solo. Sin tener que trabajar, ni programar, sin “tener que”. He respondido sin demasiadas ganas, automáticamente. Ni siquiera he tenido el detalle de preguntarle por ella. Cuando las preguntas de rigor han cesado, me ha hecho un par de recomendaciones de madre y, cuando se ha despedido e iba a colgar, ha dicho:
-Te quiero mucho.
Eso ha dicho. Nada más. “Te-quiero-mucho”
He dejado el teléfono encima de la mesa y me he sentado. Pelut y Rita dormían cada uno en un sofá y fuera el mediodía era todo luz. Sentado a la mesa, he masticado la frase de mi madre como si fuera arena. Ella ha dicho “te quiero mucho” y yo sigo todavía sentado, esperando que pase otra cosa mayor, o mejor, o que el tiempo vuelva a avanzar.
Es la primera vez en 51 años que mi madre me dice eso.
No sabía que sería así. No sabía que llevaba esperándolo desde hacía 51 años. No sabía que me hiciera tanta falta, ni que me faltara esa frase para encajar en el mundo, ni que mi madre me quisiera tanto como para tragarse su miedo al rechazo y mostrarse así, tan vulnerable y tan inmensa.
Ni siquiera he podido contestarle: “Yo también”.
Hoy mi madre me ha dicho “te quiero mucho” por primera vez y sé que cuando ella ya no esté esas tres palabras se convertirán en mi nombre y en mis dos apellidos.
Ya no seré "Alejandro Palomasl".
Seré solamente "Te Quiero Mucho" con la voz tímida de mi madre.
Y ya no habrá en el mundo música más hermosa.
Ni un hijo más feliz.
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